En 1994, un equipo dirigido por el legendario cazador de fósiles Tim White descubrió un conjunto de huesos antiguos en la región etíope de Afar. La datación radiométrica de las rocas cercanas indicó que el esqueleto resultante, clasificado como Ardipithecus ramidus —apodado «Ardi»—, tenía la asombrosa edad de 4,4 millones de años, más de un millón de años mayor que la mundialmente famosa «Lucy». El equipo pasó los quince años siguientes estudiando los huesos en estricto secreto, mientras seguía acumulando descubrimientos fósiles históricos sobre el terreno y se enzarzaba en agrias disputas con sus colegas científicos y con la burocracia etíope. Cuando por fin se hizo público, Ardi asombró a científicos de todo el mundo y puso en tela de juicio medio siglo de ortodoxia sobre la evolución humana: cómo empezamos a caminar erguidos, cómo desarrollamos nuestras ágiles manos y, lo que es más importante, si descendemos de un antepasado parecido al chimpancé. El descubrimiento de Ardi no solo supuso un salto adelante en la comprensión de las raíces de la humanidad, sino un ataque a las convenciones científicas y a las principales autoridades en materia de orígenes humanos. Basado en investigaciones en todo el mundo, Hombres fósiles no es solo un brillante documento sobre los orígenes del linaje humano, sino sobre las más antiguas emociones humanas: la curiosidad, los celos, la perseverancia y el asombro.
Nunca he leído un libro más completo y convincente sobre un tema, especialmente sobre un tema sobre el que me encanta leer. Me sorprende que haya personas que dedican toda su vida únicamente a la búsqueda del ser humano más primitivo. Esta es una obra maestra de investigación escrita en un estilo ameno que disfruté muchísimo.