En 1972 un grupo de jugadores de rugby del Colegio Old Christians de Montevideo partió en gira deportiva hacia Chile. El avión, sorprendido por una tempestad, perdió todo contacto radial y cayó en la Cordillera de los Andes sin dejar huellas. Uno de los jóvenes era Carlos Miguel Páez Vilaró, hijo del célebre artista plástico uruguayo.
Al conocer la historia, Páez se trasladó de inmediato al lugar de la tragedia y se sumó al operativo de búsqueda y rescate organizado por el gobierno chileno. A pesar del sostenido esfuerzo, luego de ocho días de rastreo infructuosos cesaron las recorridas y se dio por muertos a los accidentados. Sin embargo Páez Vilaró no se dio por vencido: en una época de tormentas continuas y tensiones políticas reclutó voluntarios, consultó videntes y rabdomantes y se internó en las montañas en una búsqueda desesperada de su hijo.
A tres meses de ocurrido el accidente, su perseverancia dio frutos: ante la incredulidad y el estupor fueron hayados dieciseis sobrevivientes de la tragedia. Entre ellos estaba Carlos Miguel Páez Vilaró.
Luego de veinte años de la tragedia su padre escribió esta historia donde narra la angustia y el dolor de una búsqueda que terminó con el feliz reencuentro de un padre con su hijo en las vísperas de navidad.
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