Casas asoladas por plagas de comadrejas. Pasillos que nos transportan al otro lado, sea este cual sea, como si una victoriana Alicia hubiera ido a caer en el Japón de la tecnología punta. Hiroko Oyamada, con mundos que parecen sacados de un relato de Murakami, de J.G.Ballard o de una película de Hayao Miyazaki, firma un tríptico narrativo traslúcido y literariamente puro sobre la sugerente idea de que el entorno que nos rodea puede anticipar nuestras emociones y hasta nuestro destino.
Al marido de Asa le han ofrecido un nuevo trabajo en una zona remota de Japón, próxima al hogar en que nació. Durante un verano excepcionalmente cálido, la pareja se instala junto a la casa de los suegros, entre el ensordecedor rugido de las cigarras, que todo lo invaden. Mientras su marido se entrega al trabajo, ella comienza a explorar el entorno por su cuenta. Hasta que un día se topa con una extraña criatura que no es un perro ni un mapache ni un ser humano. Asa la sigue hasta el terraplén de un río, entre altos pastos que le llegan por las rodillas, y cae en un agujero que parece haber sido creado para ella, y en el que, en cierto modo, queda atrapada para siempre. ¿Está viendo niños fantasma? ¿Se ha convertido lo sobrenatural en parte de su vida?
Describiría este libro como un viaje en la vida de una pareja asiática, es algo bello como lo simple de una historia nos puede adentrar tanto en la vida de esta pareja. Excelente lectura